miércoles, 15 de abril de 2015

Joan Manuel Serrat - Caminante no hay camino (Homenaje a Eduardo Galeano)

En los años 70 en los históricos pasillos y salones del recordado liceo  Lisandro Alvarado, cuna de generaciones  enteras de barquisimetanos comprometidos con el pensamiento, conocí lo que muchos llaman el Socialismo Científico, corriente del pensamiento humano que había atrapado buena parte de mi generación, unos por doctrina, otros por esnobismo. De la mano de mi amigo de la vida  el gordo Francisco “Pancho” Pérez, comencé a revisar teorías y tratados, pero les confieso, a diferencia del gordo, nunca me atrapo como evangelio.

Ya en los 80  en los pasillos y salones de la Universidad del Zulia me tropiezo con todo el vacío de
aquello que llamaban Social-Democracia, que en nuestro país era solo una especie de club de socios perversos que solo querían poder y dinero.  Allí de la mano de varios viejos profesores de tendencias sociales  me consigo con la Teoría de la Liberación, en una andanada de folletos del Centro Gumilla; y  otra vez con el Socialismo, pero ya no el Científico, esta vez el Humano, en la paginas de un libro que llego a mis manos cuando me toco estudiar “Problemática Latinoamericana” llamado “Las venas
abiertas de América Latina”  escrito por un uruguayo llamado Eduardo Galeano.

Como una bofetada en mi rostro las páginas de esa obra maestra cambio todos mis paradigmas, primero la forma de ver la historia, muy diferente a como me la habían enseñado los eurocentristas, perdón, los mercaderes de ella, que por siglos la han secuestrado a sus intereses y, segundo, de ver los escenarios  sociales, para los años 80, permanentes maquillados para hacer contraste con los Baby Boom herederos de los dueños del poder..

“Las venas abiertas de América Latina” lo he leído, y releído en varias ocasiones, siempre ante el asombro constante del poder que sobre la genialidad posee el autor, y su metamorfosis filosófica, la cual creo  lo acerca a la genialidad de nuestro Platón de Latinoamérica, nuestro Simón Rodríguez.

Confieso que he considerado “Las venas abiertas de América Latina” una investigación histórica que desnuda a opresores y oprimidos capturando perfectamente el espíritu de la época, países gobernados y a meced de neodictadores; en otras me sumerjo en él, como un tratado periodístico que raya con la literatura, y que como pieza esencial del conocimiento me hace seguirlo casi como un evangelio.
 
 Evangelio del cual solo difiero, cuando el mismo Galeano con su humilde genialidad se autocritica
sosteniendo “Yo no quise escribir una obra objetiva. Ni quise, ni podría. Nada tiene de neutral este relato de la historia. Incapaz de distancia, tomo partido: lo confieso y no me arrepiento. Sin embargo, cada fragmento de este vasto mosaico se apoya sobre una sólida base documental. Cuanto aquí cuento, ha ocurrido; aunque yo lo cuento a mi modo y manera", escribió Galeano en 'Memoria del fuego'.

Después vendría “Memoria del fuego” (82), y “El libro de los abrazos” (89) pero ya esas son otras historias… Paz a tus restos, amigo de noches solitarias sin Internet.




A Galeano el Robinson Moderno...

En los años 70 en los históricos pasillos y salones del recordado liceo  Lisandro Alvarado, cuna de generaciones  enteras de barquisimetanos comprometidos con el pensamiento, conocí lo que muchos llaman el Socialismo Científico, corriente del pensamiento humano que había atrapado buena parte de mi generación, unos por doctrina, otros por esnobismo. De la mano de mi amigo de la vida  el gordo Francisco “Pancho” Pérez, comencé a revisar teorías y tratados, pero les confieso, a diferencia del gordo, nunca me atrapo como evangelio.

Ya en los 80  en los pasillos y salones de la Universidad del Zulia me tropiezo con todo el vacío de aquello que llamaban Social-Democracia, que en nuestro país era solo una especie de club de socios perversos que solo querían poder y dinero.  Allí de la mano de varios viejos profesores de tendencias sociales  me consigo con la Teoría de la Liberación, en una andanada de folletos del Centro Gumilla; y  otra vez con el Socialismo, pero ya no el Científico, esta vez el Humano, en la paginas de un libro que llego a mis manos cuando me toco estudiar “Problemática Latinoamericana” llamado “Las venas abiertas de América Latina”  escrito por un uruguayo llamado Eduardo Galeano.

Como una bofetada en mi rostro las páginas de esa obra maestra cambio todos mis paradigmas, primero la forma de ver la historia, muy diferente a como me la habían enseñado los eurocentristas, perdón, los mercaderes de ella, que por siglos la han secuestrado a sus intereses y, segundo, de ver los escenarios  sociales, para los años 80, permanentes maquillados para hacer contraste con los Baby Boom herederos de los dueños del poder.

“Las venas abiertas de América Latina” lo he leído, y releído en varias ocasiones, siempre ante el asombro constante del poder que sobre la genialidad posee el autor, y su metamorfosis filosófica, la cual creo  lo acerca a la genialidad de nuestro Platón de Latinoamérica, nuestro Simón Rodríguez.
Confieso que he considerado “Las venas abiertas de América Latina” una investigación histórica que desnuda a opresores y oprimidos capturando perfectamente el espíritu de la época, países gobernados y a meced de neodictadores; en otras me sumerjo en él, como un tratado periodístico que raya con la literatura, y que como pieza esencial del conocimiento me hace seguirlo casi como un evangelio.

     

 Evangelio del cual solo difiero, cuando el mismo Galeano con su humilde genialidad se autocritica sosteniendo “Yo no quise escribir una obra objetiva. Ni quise, ni podría. Nada tiene de neutral este relato de la historia. Incapaz de distancia, tomo partido: lo confieso y no me arrepiento. Sin embargo, cada fragmento de este vasto mosaico se apoya sobre una sólida base documental. Cuanto aquí cuento, ha ocurrido; aunque yo lo cuento a mi modo y manera", escribió Galeano en "Memoria del fuego".


Después vendría “Memoria del fuego” (82), y “El libro de los abrazos” (89) pero ya esas son otras historias… Paz a tus restos, amigo de noches solitarias sin Internet.